Mañana se acaban las vacaciones de navidad y volvemos a la rutina; A las mañanas con prisas, a los desayunos cronometrados y a los «¡Venga chicos! ¡Venga chicos que no llegamos!».
Tengo la suerte de tener tres hijos que son tres soles, se portan tan y tan bien que estar sola con los tres en casa no me supone, hoy por hoy, ningún problema. Al contrario, me encanta estar con ellos. Cuando no hay colegio, ni trabajo, ni horarios, nos despertamos tranquilamente, sin prisas, se meten en mi cama y hacemos el mandroso un rato, después los peques juegan mientras preparo el desayuno, desayunamos juntos sin prisas, después se visten a su ritmo y cuando estamos los 4 listos nos vamos a hacer recados, a comprar y con un poco de suerte pasamos por algún parque un rato. Luego volvemos a casa, preparamos la comida y después vuelta a jugar o, según que días, incluso vemos una película juntos y hacemos tiempo hasta que llega el papi a casa listo para jugar otro ratito y bañarlos. Luego cena y a dormir.
Mañana todo eso se acabó, pese a que madrugo y soy muy organizada, es imposible con unos horarios tan marcados poder desayunar con los peques ya que, mientras ellos desayunan yo visto al pequeño de la casa, hago las camas o termino de arreglarme. Y aunque lo intento, no puedo evitarlo y siempre acabo diciendo aquello de «¡Venga chicos! ¡Poneos las chaquetas y los zapatos! ¿Habéis hecho pipi? ¡Venga va! ¡Qué no llegamos!» Si es que me canso yo solo de escucharme ¿Cómo no los voy a estresar a ellos?
Odio la rutina, odio levantarme con todo mi horario y el suyo programado, se me hace muy cuesta arriba. Ojalá pudiera ser diferente.
Además, a esto se une que uno de los peques no acaba de adaptarse al cole y eso nos está trayendo algún que otro problemilla que estas navidades había desaparecido y que no quiero reaparezca.
Ale! Hasta aquí mi primer desahogo del año.
Feliz año a tod@s!
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