¿Quién me lo iba a decir?

Quién me iba a decir a mí que acabaría corriendo por un parque de atracciones detrás de una persona disfrazada de bicho verde enorme, para que mi hija de dos años le choque la mano y se haga una foto con ella.

Os pondré en antecedentes:

Para mi cumpleaños le pedí a mi marido que me regalase el bono familiar del parque de atracciones del Tibidabo. Con este bono podemos ir los cuatro al Tibidabo siempre que queramos y desde que lo tenemos hemos ido ya unas cuantas veces con los peques.

Ellos, aunque no se pueden montar en muchísimas atracciones, disfrutan como pequeños locuelos allí. Para ellos hay trenecitos, las típicas tazas, el carrusel, unos barcos vikingos, el museo de los autómatas, la sala de los espejos, etc.

Además de atracciones y espectáculos, el parque tiene cuatro mascotas, que son personas disfrazadas de cuatro animales diferentes, que se pasean por el parque para saludar a los niños, dar la bienvenida o hacerse fotos con los visitantes.

El caso es que la primera vez que fuimos, pasó junto a nosotros la mascota verde que mis hijos llaman «rana» (he descubierto que es una salamandra) y Arán le chocó la mano, pero Ona no se atrevió y parece ser que aquello hizo que le quedara una «espinita clavada» y durante las dos semanas siguientes cada día nos recordaba que ella quería chocar la mano a la rana.

Así que nada, le explicamos que otro día volveríamos al parque a chocarle la mano a la rana y a que se hiciese una foto con ella.

Como lo prometido es deuda, un par de semanas después, volvimos al parque en busca de la famosa rana, un choque de manos y una foto junto a ella. Pero ese día no hubo suerte. Vimos pasar a la rana junto a sus tres compañeros animales de lejos y aunque salimos corriendo detrás de ellos, sí sí corriendo cuales fans adolescentes, no nos dio tiempo a alcanzarlos.

Tantas eran las ganas que Ona tenía de chocar la mano de la rana que me pidió que nos quedáramos cerca de donde se habían «escondido» para que cuando saliese la rana chocarle la mano.

Así que después de esperar unos minutos, preguntamos a uno de los trabajadores del parque por la famosa mascota verde y nos dijo que ese día saldría ya muy tarde y que el que iba a salir a hacer el paseo era la mascota azul que mis hijos llaman «cerdito» y que parece ser que es un jabalí.

Así que nada, al final tuvimos un choque de manos con el cerdito y una foto.

Pero como mi hija es de ideas fijas nos ha ido recordando que cuando volviésemos al Tibidabo ella le chocaría la mano a la rana, no al cerdito. Para que nos quedase claro.

Finalmente, el sábado pasado volvimos y cumplimos la misión con éxito.

¡Por fin Ona ha chocado la mano a la rana y se ha hecho una foto con ella! Foto que ya le hemos dicho que imprimiremos y pondremos en su habitación.

Tendríais que vernos a mi marido y a mí preguntando por la mascota verde y persiguiéndola por el parque. Todo un show sin lugar a dudas.

Pero ahí no se acaba la historia. Cuando nosotros dábamos por finalizado el tema de los choques de manos y fotos con personas disfrazadas de muñecos gigantes, resulta que el pasado sábado en el Tibidabo, el mismo día que cumplíamos la misión de chocar la mano a la mascota verde, vimos un espectáculo de Gerónimo Stilton y lo primero que me dijo Ona cuando terminó es que le quería chocar la mano al ratón gigante… ¡¡¡¡Noooooooooooooo!!!!

Evidentemente, cuando me dice Ona que quiere chocarle la mano al ratoncito, a mi me da la risa y se lo cuento a mi marido que está al lado con Arán y que automáticamente me dice «pues ya podemos correr antes de que se vaya» jejejejeje.

Al final Gerónimo Stilton se marchó sin que pudiéramos chocarle la mano, pero parece que Ona está tan emocionada con haberle chocado la mano a la rana que quizás esta vez se le olvida y no tenemos que salir corriendo detrás de más gente disfrazada de muñecos enormes.

Es curioso las vueltas que da la vida, siempre me han encantado los parques de atracciones y recuerdo haber pensado más de una vez que no entendía a las familias que «perdían» el tiempo en el parque de atracciones viendo espectáculos habiendo montañas rusas y trenes a toda velocidad. Pues resulta que aquello que yo no entendía se ha convertido en una de nuestras actividades en familia.

Quién me iba a decir a mí que disfrutaría como nunca en un parque de atracciones solo por ver esas sonrisas inocentes e ilusionadas en las caras de mis hijos.

Quién me iba a decir a mí que le pediría a gente disfrazada que se parasen un momento a hacerse fotos con nosotros para que nuestros hijos tengan un recuerdo de eso que ahora les hace tanta ilusión y que, probablemente, no recuerden de mayores.

Quién me iba a decir a mi que esto de la maternidad es tan divertido y bonito.

 

 

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