Vacaciones en la Garrotxa

Imagino que como al 90% de las familias que han pasado el confinamiento con niños pequeños en pisos, nosotros también necesitábamos con urgencia unos días de desconexión en familia y en contacto con la naturaleza. Vamos, poder disfrutar de lo que tanto hemos anhelado desde mediados de marzo.

A nosotros la pandemía del ya famosos coronavirus, no solo nos pilló en un piso sin terraza ni balcón con tres niños pequeños, sino que además, nos pilló en medio de la reforma del piso que habíamos comprado en diciembre y que estábamos reformando íntegramente. Para más exactitud nos pilló con el piso literalmente por los suelos y sin ventanas y así estuvo más de dos meses hasta que pudimos retomar la obra.

Nos pasamos medio confinamiento preocupados por cómo y cuándo podríamos acabar la obra ya que, hasta finales de mayo no se permitió reiniciar las obras de reforma en pisos vacíos que estuviesen en comunidades de propietarios y la otra mitad, estresados  perdidos, reorganizando la obra en la distancia.

Volver a retomar la obra fue una locura porque nosotros no habíamos contratado una empresa que viene y se ocupa de todo. Nosotros habíamos contratado un paleta para la parte de albañilería, una empresa de aluminio para las ventanas, unos carpinteros para las puertas, la empresa de la cocina, el pintor… Y volver a cuadrar a todas las empresas en pleno confinamiento, más la compra de material, suelo, baños, etc. por internet sin poder verlo en directo, de verdad, de verdad que fue una auténtica locura.

Una locura que nos costó a mi marido y a mí noches de insomnio, mucho estrés, más dinero del inicialmente previsto y más de un disgusto. Vamos, que ya le he dicho a mi marido que no me engaña para una obra más, que si quiere comprar y reformar otra vivienda va a ser previo divorcio.

Finalmente, y aún con cosas por terminar, nos mudamos el pasado 13 de junio, Justo seis meses después de haber comprado el piso. Podríamos haber esperado a tenerlo más acabado, pero el miedo a un rebrote del virus y a la prohibición de nuevo de las mudanzas nos hizo trasladarnos tan pronto como el piso fue habitable.

El caso es que el confinamiento y la reforma nos han pasado factura. Hemos estado estresados, cansados y nerviosos por todo lo relacionado con el virus y la puñetera obra y mudanza del piso y eso, lo han acabado «pagando» los peques. Hemos tenido menos paciencia con ellos, hemos hecho menos actividades y lo que peor me sabe es que no les hemos prestado la atención habitual. La mayoría de veces que nos hablaban teníamos la mente en otro sitio y siempre estábamos hablando sobre la obra. ¡Un desastre!

Así que, en cuanto supimos que a partir del 21 de junio podíamos movernos de provincia, mi marido se cogió unos días de vacaciones en el trabajo (yo al ser autónoma tengo más flexibilidad) y nos fuimos del 23 de junio al 3 de julio a La Garrotxa. Alquilamos una casita rural con piscina, jardín y granja y allí hemos pasado unos días estupendos. La casa era esta: Mas Casamitjana.

 

A decir verdad, no es que hayamos hecho gran cosa, ni nada especial. Nuestros días se reducían a dar de comer a los animales de la granja, bañarnos en la piscina (más ellos que yo porque encontraba el agua helada), ir a comer a algún restaurante de la zona, luego un paseo por Olot o alrededores y de vuelta a la casa para duchas, cenas en el jardín y a dormir.

Pero ha estado muy bien. Además, la hermana de mi marido vive por la zona y los peques han podido pasar bastante tiempo con sus tíos y primos, a los que adoran y a los que echaban mucho de menos y no veían desde antes del confinamiento.

Aunque no hemos hecho nada muy especial, si veraneáis o hacéis escapada por la zona de La Garrotxa os recomiendo 100% hacer una visita guiada en familia a la fábrica de yogures La Fageda. Nosotros la hicimos hace muchos años y nos gustó mucho, pero volver con los peques nos ha encantado. Además, la fábrica ha crecido mucho y la zona donde está es de auténtico cuento.

Y los sitios para comer que más nos han gustado y que también son 100% recomendables son:

  • Restaurante La Deu. A este acabamos yendo cuatro días porque se come muy bien, está muy bien de precio y el trato con las familias con niños pequeños es de 10. Si vais no dejéis de probar las patatas artesanas. Son patatas rellenas de carne y rebozadas.
  • Restaurante Els Ossos. Este fue recomendación de mi cuñada y también 100% recomendable. Comida casera y está muy bien para ir con niños porque tiene una zona de jardín con zona infantil enorme vallada.

Y, Tras las vacaciones yo he vuelto a ser yo. La misma de antes de la pandemia con mis hijos. Lo necesitaba. Necesitaba dedicarles tiempo sin tener que hacer llamadas, montar/deshacer cajas o organizar cosas de la obra. Además, necesitaba curar heridas. El ir a comer a restaurantes, visitar la ciudad e ir a parques me ha hecho volver a sentir que recuperaba mi vida, el contacto con la gente… Que recuperaba, al fin y al cabo, la normalidad. Esa normalidad que pensaba que el coronavirus me había robado y que ahora siento que solo me ha restringido.

Ahora, ya estamos de vuelta en el piso y acostumbrándonos a nuestro nuevo hogar y es que, entre la mudanza e irnos de vacaciones apenas pasó una semana en la que solo sirvió para deshacer cajas y poco más.

Aún queda mucho por hacer y pequeños arreglos que, no negaré, que por como soy, me estresan, pero es otro tipo de estrés. Es mi estrés habitual porque soy una agonías y tengo que tenerlo todo ya colocado y puesto en las paredes o colapso. De hecho tengo un cabreo encima porque todavía no hemos colgado los cuadros y las fotos que mejor no explico 😉

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