Y tal como vino, se fue…

Ya podemos decir que hemos tenido suerte y que el bicho ha pasado por casa de puntillas.

Ya hemos pasado la cuarentena y ya tenemos todos el alta médica. Al final, Manel lo ha pasado con síntomas gripales de los que se ha recuperado incluso antes de lo previsto y yo, a efectos prácticos, he sido asintomática, y digo «a efectos prácticos», porque el único síntoma que he tenido ha sido la pérdida de olfato que, por cierto, ya estoy recuperando.

Así que, ni en mis mejores sueños había pensado que podríamos tener covid y pasarlo así.

Estos 10 días de aislamiento han sido duros emocionalmente. El miedo a empeorar en cualquier momento o a que la situación se complicase a veces se apoderaba de mí, pero también he descubierto muchas cosas, entre ellas:

  • Que estar en casa sin Nuka es raro, muy raro. La hemos echado muchísimo de menos.
  • Que tenemos unos amigos que valen un imperio entero y, además, de verdad.

En estos 10 días no nos hemos tenido que preocupar de nada, nos han ofrecido mucha más ayuda de la que necesitábamos y yo me he emocionado mucho al darme cuenta de la suerte que tengo. He llorado de emoción durante horas por recibir tanto cariño sin esperar nada a cambio.

Y es que gracias a nuestros amigos; Hemos tenido a Nuka cuidada y atendida mejor de lo que lo haríamos nosotros mismos,  hemos tenido servicio de recogida de basura diaria, hemos tenido los cajones de la cocina llenos de chocolate, dulces y pan, incluso, nos ha caído más de un tupper de comida casera, de esos que todos sabemos el valor que tienen cuando eres madre y te faltan manos. Todo eso, sin contar la de Whatsapps que he recibido del tipo «estoy en el supermercado ¿qué te llevo?» o «tengo que ir a la frutería ¿qué necesitas?» Y, a todos les ha dado igual que dijese que nada, que les explicase que había hecho la compra online y teníamos de todo, han dejado igualmente bolsas en la puerta llenas de comida, pero sobre todo, llenas de amor del bueno, de amor incondicional que hace que lo recuerde y se me llenen los ojos de lágrimas.

¡Qué suerte la mía!

Así que, por el momento y ojalá sea para siempre, nuestra aventura con el bicho en casa ha llegado a su fin y podemos decir que la hemos superado con éxito.

Ahora vamos a disfrutar de unos días juntos, pero al aire libre. Vamos a aprovechar que han ampliado el cierre perimetral a las comarcas para cambiar de aires. He llevado a los peques a la playa y la idea es llevarlos también a la montaña este fin de semana. No hemos querido llevarlos al cole hasta la semana que viene por dos motivos:

  1. Para que disfruten de la playa, de la montaña… que se lo merecen más que nadie.
  2. Porque como los confinen por un positivo en clase, me da un síncope. Necesito unos días de vida «normal».

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